martes, 12 de octubre de 2010

LOS PELIGROS DEL FUNDAMENTALISMO RELIGIOSO

Definitivamente, y a pesar de los sinsabores que la vida me presenta, no tengo otra opción que ser sincero ante mí mismo y reconocer que soy afortunado por poderme dedicar a la docencia universitaria.

No terminaría nunca si empezara a enumerar las causas de esta afirmación… lo dejo para el futuro. Lo cierto es que con la edad voy ganando un hermoso escepticismo sobre el mundo que me rodea: creencias, ideologías, promesas, praxis, espectativas, cosmovisión, etc… También es cierto que, como dije en otra de mis reflexiones, uno va ganando perspectiva… y esa perspectiva es la que me permite lamentarme de todos los abusos que voy contemplando en esta porción del mundo en la que me ha tocado vivir los más hermosos años de mi vida.

Y así es como un buen día me encuentro con un estudiante universitario que lanza una condena que ni el mismo Torquemada hubiera logrado en tan poco tiempo: la condena eterna.

El Tribunal de la Santa Inquisición condenaba y mataba en nombre de Dios, pero siempre dejaba la puerta abierta a la infinita gracia divina con la esperanza de que el alma se salvara de la condenación eterna.

Sin embargo, este joven me condenó a mí y a todos sus compañeros por ser pecadores en el contexto de un aula universitaria… ¿Es que la Escolástica no llegó a estas tierras? ¿Es que la Evangelización se quedó a medias?

Me encomiendo a San Agustín,

ruego a Santo Tomás de Aquino,

leo a Guillermo de Occam,

analizo a René Descartes,

critico con Karl Marx,

y vivo en la Postmodernidad.

¿Y ustedes?