sábado, 31 de diciembre de 2011

A LAS PUERTAS DEL 2012

 

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Situarse en la frontera que separa la noche del amanecer, situarse en el quicio de la puerta, en el límite que separa la calle del hogar, el pasado del futuro, es un ejercicio reflexivo que nos permite contemplar la vida desde un ángulo privilegiado. En la frontera entre un año que se va y uno que se acerca es inevitable hacer el típico balance entre el “debe” y el “haber”, entre lo positivo y lo negativo, entre lo que somos y lo que queremos ser…

El año que se va ha sido un año de muchas expectativas cumplidas, lo cual no siempre es positivo porque hay expectativas que uno quisiera incumplir… pero así es la condición humana. De este año me quedo con aspectos que cada vez valoro más profundamente:

1. En primer lugar, destacar que he logrado vivir un año más de manera saludable… eso es lo más importante.

2. En segundo lugar, he logrado seguir trabajando más y mejor en lo que más me gusta… y ese es un enorme privilegio. ¡Cuánta gente sin trabajo! ¡Cuánta gente malviviendo con salarios indignos! ¡Cuánta gente sufriendo de manera anónima! Tengo el privilegio de trabajar y de ser tratado dignamente: lo valoro y lo agradezco.

3. Todas y cada una de mis videollamadas con mi hija, comprobar su progreso, su crecimiento físico, intelectual y espiritual es un regalo que no cabe en ninguna palabra conocida.

Estos tres motivos compensan cualquier tristeza, frustración o desencanto que haya podido experimentar… y los hay, claro que los hay… pero es inevitable.

¿Qué sería de la vida sin fracasar? ¿Cómo lograríamos madurar? Hay que equivocarse para aprender ciertas lecciones, hay que sufrir pérdidas para valorar lo que se posee en su justa medida.

¿Qué le pido al Año Nuevo?

Sólo le pido conservar mi salud, mi trabajo y el privilegio de continuar contemplando el crecimiento de Laia.

¿Y si el Año Nuevo es generoso?

Si el Año Nuevo me permite pedirle más cosas, sólo le pido que me permita afrontar con madurez las frustraciones, las pérdidas y decepciones que, a buen seguro, llegarán en los próximos doce meses…

También le pido sabiduría para que me permita mantenerme alejado de corruptos, cínicos, sofistas y calamares (ya saben: esos que hablan mucho y se mueven por la vida a impulsos).

Y, por último, si un día me degrado tanto que me convierto en lo que no quiero ser, pido que haya un alma caritativa que me lo reproche con la esperanza de poder recuperar mi decencia.

 

 

Feliz Año Nuevo.